Salvador Minuchin propone dos formas de intervención para la
reestructuración de la familia:
1. Las operaciones de reestructuración: son las intervenciones
terapéuticas que una familia debe enfrentar en el intento de lograr un cambio
terapéutico (desafíos). El terapeuta opera como director y como actor. Crea
escenarios, coreografía, esclarece temas y lleva a los miembros de la familia a
improvisar dentro del marco de los límites impuestos por el drama familiar. Se
incorpora a alianzas y coaliciones, fortaleciendo o debilitando límites y
enfrentando o apoyando las pautas transaccionales. Son las intervenciones
dramáticas que crean movimientos hacia las metas terapéuticas.
2. Las
operaciones de unión: disminuyen la distancia entre el terapeuta y la familia,
para que juntos participen en los acontecimientos de la sesión terapéutica. El
terapeuta se convierte en actor en la obra familiar, utiliza el propio
movimiento de la familia para impulsarla en la dirección de las metas
terapéuticas. Cuando el terapeuta se une a la familia debe encarar dos tareas
fundamentales: Debe acomodarse a la familia y debe mantenerse en una
posición de liderazgo dentro de la unidad terapéutica.
Ambas operaciones son interdependientes para imponer intervenciones
reestructurantes. A partir de una posición de liderazgo, el terapeuta puede
mantener sus posibilidades de maniobras terapéuticas y su libertad para
manipularse a sí mismo y para manipular a la familia.
El terapeuta debe evitar el riesgo a centralizar en exceso el desarrollo
de la terapia sobre su persona ya que una familia con problemáticas demanda la
ayuda de un experto que en este caso caería dicha demanda sobre el terapeuta,
impidiendo de esta forma que allá un buen rastreo de las pautas transaccionales
verdaderas con las cuales se compone esta familia, por lo tanto el terapeuta deberá
ir mas allá de la auto descripción verbal de la familia consecuente con este,
el terapeuta deberá permanecer vigilante ante los indicios no verbales que
confirmen o contradigan lo expresado por la familia.
El terapeuta debe disponer de un cierto número de técnicas para
estimular la comunicación intrafamiliar en la sesión y no caer en el error de
permitir a un solo miembro de la familia poder hablar o peor aún, recaer en los
deseos de la familia a la hora de la terapia, exigir que solo hable el experto.
El terapeuta debe permitirse poder manipular los espacios dentro de la
terapia, tener un control pleno sobre coaliciones o alianzas y generar una
mejor relación sin interferencia entre los miembros de la familia.
Para generar un mayor desenvolvimiento de forma saludable, la familia
debe proteger la integridad del sistema total y la autonomía funcional de sus
partes, cada miembro de la familia y casa subsistema familiar debe negociar la autonomía
e interdependencia de su circuito psicodinamico.